El regalo

Enta entradilla rápida viene a intentar responder, otra vez, a la confusión entre gratis y libre.

En primer lugar una aclaración: lo que se le hace a los dioses para evitar su cólera no es un regalo, es un soborno, un acto de miedo. Tampoco un exvoto es un regalo, es un pago. Los presentes a reyes y jerifaltes cuando tienen nietos es un símbolo de vasallaje, con toda su campechanía y desinterés.

El regalo verdadero es un acto gratuito, curioso término piedra-rodada que significa que tiene su origen y explicación en el donante y no en el perceptor. El regalo, desde el origen de las sociedades humanas, da status al donante y lo significa como persona libre. «Matemos cien cerdos para la boda de mi hija, e invitemos a las tribus propias y enemigas». El regalo funciona porque crea compromiso y comunidad.

Está claro que habría que ver más lo documentales de la 2. Ni siquiera es un invento humano. Se ha estudiado su función entre los chimpancés (bueno, eso lo vi en el Menéame, creo), y está claro que el altruismo es una pieza básica en todas las especies gregarias.

La autollamada comunidad de software libre y la más incipiente y amplia de conocimiento libre se basan en el regalo. Es una iniciativa revolucionaria, porque nace de un principio revolucionario (libertad, igualdad, fraternidad), pero a su vez clásica: ¿cómo no compartir el conocimiento?, se preguntaba ya Sócrates. El software privativo y el lobby de la propiedad industrial (bonito oxímoro) no tienen más de treinta y tantos años.

Uno llegó al software libre y recibió el regalo de la contribución de miles de personas, de todos los lugares del mundo. Y se encontró ciudadano y no súbdito de una obra en construcción. Uno siente la obligación de corresponder a ese regalo.

¿Tiene esto algo que ver con la conclusión de que quien cree aplicaciones o contenidos no cobre por su trabajo?