Los socavadores

Dentro de la ecología de un claustro español existe un rol sobre el que quiero escribir, a ver si lo comprendo (sí, escribo para comprender, qué aburrido es escribir sobre lo que ya se comprende).

«¿Pero tú te crees que vas a heredar el Centro?» dispara desde su parapeto fijo en la sala de profesores si ve que alguien echa más horas de las absolutamente obligatorias. Suele ser un hombre de unos cincuentaytantos años (a los que están más cerca de la jubilación logse se les nota ya la relajación), aparentemente de vuelta de todo, con su sitio ganado en el centro, sus privilegios, sus rutinas consolidadas. Se las sabe todas, ha visto a la gente subir y bajar, los proyectos y planes llegar y olvidarse. Algunos centran las conversación, otros esperan el momento oportuno, la frase terminante, y lanzan las burlas cuando más daño hacen: «pues hazlo tú, que para eso tienes la reducción, que para eso eres el coordinador de ciclo, que para eso cobras un complemento...».

Escoge las presas más indefensas, personas ilusionadas con un proyecto, compañeros, compañeras, que se embarcan en la aventura de hacer las cosas de otra forma, de prescindir de las muletas del libro de texto, de invitar a los padres al aula... «¿Tú quién te crees que eres, dónde crees que vas?». «¿Educar? ¿Valores? ¿Idiomas? ¿TIC? Eso no estaba en mis oposiciones.» O «Todo eso son pamplinas, el mismo perro con distintos collares». Exactamente, especialista en el cumploymiento, consigues que todo quede en un cambio de jergas.

Tengo varias dudas. ¿Existe esa figura en los Claustros del resto de Europa y América, es propia de los docentes funcionarios o es un rasgo del alma negra española? No me la imagino en las asustadas y jerárquicas salas de profesores de Inglaterra (Dios no nos traiga ese miedo), ni entre los orgullosos profesores y profesoras finlandeses; ni lo concibo en la seria y tradicional red belga que conocí en mi Comenius. Tampoco creo que se detecte en una visita de dos días.

Segunda: ¿cómo se crea un socavador? ¿Es un papel que se hereda, una sabiduría que se aprende de un maestro socavador? ¿Es un nicho que se ocupa cuando el anterior se jubila o se translada al centro cementerio-de-elefantes? ¿o es un iluso que se ha estrellado, y lo que respira es su dolor?

Tercera: ¿por qué les respetamos? ¿por qué no los corremos a gorrazos? No hay proyectos sin ilusión, y los socavadores de la ilusión son los mayores enemigos de la innovación en los centros. Destruyen los proyectos, pudren la energía.

¿Qué ha pasado para que la scholé que inventó Sócrates para que nos conociéramos a nosotros mismos se convirtiera en esta escuela con rejas, vigilantes y cámaras de seguridad? Claro que todos huiríamos si pudiéramos de un sitio tan horrible donde nadie quiere estar más que obligado y vigilado; claro que no le regalaríamos ni un céntimo de nuestro trabajo a un empleador tirano y sin alma y a la triste misión de apartar niños de la calle. Pero en las tareas que nos llenan, en las cosas que nos hacen crecer como personas y aprendemos y ayudamos a aprender, ¿alguien mira el reloj? ¿alguien mide los esfuerzos? Y este tipo de cosas, ¿no las construimos nosotros? Yo quiero ir a trabajar a un sitio donde esté a gusto, donde sienta que soy útil y que lo que hago tiene sentido. Entonces no me importará el esfuerzo. Pero sé que las cosas hay que conquistarlas. Por lo menos callaos; dejadnos construir nuestro lugar de trabajo.