Ayer en mi viaje obligado a la FES iztacala (de por lo menos una vez al mes) me tocó presenciar algo de lo más extraño, no había escuchado tal forma de pedir dinero en todos los años que llevo viajando en transporte público.
Era un señor invidente de aproximadamente sesenta años, de piel clara, cabello un poco largo y enmarañado, con una chamarra color café oscuro y pantalones grises, claro que también portaba el clásico bastón para guiar su camino.