Sobre la formación del profesorado I. 900 amigos

sandglass.jpgTengo pendiente escribir sobre el sistema de formación permanente del profesorado desde hace cuatro años. Ahora no puede esperar más, pronto será tarde. El 8 de febrero se conoció el borrador del Decreto de formación de Castilla-La Mancha, y Fernando Trujillo publicó una pertinente entrada en su bitácora  donde reflexionaba sobre la posible desaparición de los centros del profesorado y pedía opiniones a sus lectores. Recojo el guante. Tienes razón, Fernando, es el momento de los argumentos, ahora o nunca. ¿Por qué el silencio, por qué la indiferencia? ¿Por qué tan pocos lloran sobre su tumba? Intentaré responder a sus preguntas.

Pero yo no soy Fernando. ¿Casi novecientos amigos, con lo antipático y atravesado que soy? No puede ser. Dunbar dice que no puedo tener tantos amigos. Serán robots comerciales o vigilantes. Comprobémoslo, a los amigos hay que ponerlos a prueba cuando se está a tiempo. Qué divertido va a ser, sacar el mazo y cazar tontos. Esta entrada tiene dos partes: la primera trata de tonterías, la segunda del futuro.

Parte I. Tonterías

Primero, como es costumbre ya, una confesión. Llevo un tiempo disconforme con la unanimidad de mi timeline, escandalizados todos a una con los cambios en educación. Lo diré: tiene comportamientos de manada, o de banco de peces. Matizo, el timeline puede escribir lo que le venga en gana, pero yo soy responsable de la selección de fuentes que leo, luego estoy disconforme con mi selección. Pensé: demos una oportunidad a la duda, quizás es que no hemos escuchado con suficiente atención, quizás los prejuicios nos ciegan. Ya sabéis que soy un atravesado al que los blanco o negro le producen urticaria. Sed magis amicus veritatis. Escribo para comprender y me propuse escribir una entrada sobre el adoctrinamiento. Me quedé en la fase en la que más disfruto, la de lecturas previas. Un poquito de wikipedias (basta mirar los artículos inglés, francés -indoctrination- y castellano para comprobar que son enciclopedias distintas, es engañoso hablar de una wikipedia), una pizca del Bourdieu de la acción pedagógica, unas gotas de Chomsky y de storytelling, la cosa empezaba bien pero se me escapaba la referencia. El análisis de vídeos y declaraciones de los nuevos encargados de gobernarnos acabó con el artículo: la palabra doctrina en su boca es un insulto con nulo contenido semántico, un flatus vocis, jerga del peor lenguaje partidista. Laudable stultitia, una  falta de respeto. Nos llaman tontos en la cara, y me da el tono para una entrada diferente: escribiré un tonto discurso para tontos.  No hubo post porque no hay aventura, nada que descubrir. Tenía razón mi timeline. Tras esta prudente inversión en mi futuro burocrático-político, conservaré del anterior intento una sola cuestión: ¿cerrar los centros del profesorado porque han sido centros de implantación de doctrina, dice usted?  Usemos, aunque cueste, el principio de cooperación  y lancemos la hipótesis de que esa afirmación significa algo. Que se debe hacer un cambio radical en la formación permanente del profesorado. ¿Qué cambio, en qué sentido?

Fui asesor de formación permanente del profesorado en el CEP Marbella-Coín durante cuatro años. Hay dos formas de dejar la asesoría: o te echan o te vas. Soy uno de los que se han ido (supongo que nadie mentiría sobre esto en un espacio abierto a los comentarios), y claro que tengo críticas para el sistema. Me fui porque, tras cuatro años, ya sabía repartir carpetas, es un chiste serio que he repetido desde entonces. ¿Ergo estoy de acuerdo con las medidas que se están tomando en Madrid, en Castilla - La Mancha? ¿Sin pensarlo un poquito?

Fenomenología del desertor de la tiza

HolbeinErasmusFollymarginalia_fragm.png¿Qué clase de gavagai es un ejemplar de esa especie en semiextinción que es la de los asesores, habitantes del desierto de la tiza? Como pertenecen a la familia de los charlatanes, mejor fijarnos en lo que hacen y no en lo que dicen. Sería interesante hacer una análisis cronometrado de su uso del tiempo (del trabajado, no nos metamos en más líos de los necesarios). En las mañanas, parte importante como teleoperador de call center, para resolver dudas puntuales (a qué hora es tal encuentro, cómo se lee un artículo del boja, por qué no puedo entrar en la plataforma si me sé la contraseña de tal otra). Por supuesto, con prioridad absoluta, con esa prioridad incomprensible del teléfono sobre lo presencial.  Los asesores andaluces no preparan materiales (no tienen porqué, digamos- alguno lo hace) ni realizan docencia (no dan clase en Primaria o Secundaria, algunos sí en la Universidad, será más llevadero) ni pueden cobrar ponencias aunque sí pueden realizarlas. Por amor al arte - hay quien lo hace. Me cuentan que los asesores en un primer momento eran los ponentes de sus formaciones, pero que se abusó del sistema, de la propiedad transitiva de la contratación, y hubo que acabar con él. Originalmente el trabajo se organizaba por ámbitos (a mí me tocaban tic y plurilingüismo), ahora se ha superpuesto una organización por centros de referencia, cada asesor es contacto directo de varios colegios e institutos de una localidad, debe visitarlos, conocer sus necesidades de formación, la marcha de sus grupos de trabajo y formaciones en centro...

Los asesores dedican una parte importante de su tiempo a la burocracia: dar de alta formaciones que vienen dictadas por los planes y programas regionales, buscar ponentes, anunciar la actividad, animar a la participación por varios medios -no vaya a caerse-, admitir a preinscritos, si es fuera de los locales del cep suplicar préstamo de aula en colegio o instituto, si es un encuentro o jornadas regatear costes con hotel o palacio de congresos, negociar catering si se ha previsto, incluso ayudar a instalar mesas etc.,  transportar cañones de proyección, portátiles, pantallas, posters, quizás recoger a ponentes y llevarlos a hotel o aeropuerto, preparar listas de asistencia, pasarlas varias veces para evitar engaños, recoger los powerpoints, mirar a ver por qué demonios no funciona el cañón, subir a presentar al ponente, recoger listas, recoger mesas y material, comprobar firmas, anotar asistencia, certificar. ¿Cuáles de las tareas anteriores justifican sacar del aula a un docente? En mis tiempos éramos 19 asesores y 2 administrativos, nunca comprendí esa proporción. Otro chiste de la casa: en el proceso de selección, la pregunta clave debería ser si se ha organizado un bautizo o una boda.

Tiene usted razón, señora, los asesores son un poco estrellitas. Te han seleccionado y te reúnen en comisiones y te nombran experto y le das dos besos a la directora general. Es un poco tonto pero bastante inofensivo, cosas de seres humanos a los que les han dado una gorra. Y sin embargo otros tontos envidian a los asesores. Con una envidia pura, ignorante, sin huecos por donde pueda entrar la duda. Aviso, antes de que llegue el chaparrón: yo también soy un tonto, un gran tonto. Un tonto libre, un tonto que no tiene nada que perder. Es que hay muchas clases de tontos. Al menos me sé tonto, los listos son tontos que no lo saben. Como dijo la gran sabia, el problema es que aquí hay mucho listo.

Volvamos al tema, que nos perdemos: ¿porqué esa idea del desertor de la tiza, de dónde nace? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí, sólo por envidia, envidia de qué?  A los asesores andaluces se les selecciona mediante un concurso público, con tres apartados: currículum, proyecto y entrevista. La elección de directores es similar (nunca me he interesado por los detalles). En la entrevista -el momento subjetivo- el director sondea la idoneidad del candidato para asumir la filosofía y los estilos del equipo asesor, no me parece un momento sospechoso de elección por carné. Son nombramientos por cuatro años, renovables sólo una vez, todos saben que volverán al aula. No es fácil cubrir las plazas de los CEPs no capitalinos, los lejanos, en los que no se brilla. Es habitual que se invite a docentes destacados en algún campo de interés a presentarse a la convocatoria - "¿conocéis a algún profesor de matemáticas que sea innovador?" es una pregunta que se oye cuando hay que cubrir plazas. Se echan más horas que en el aula, muchas más (puedes estar recogiendo materiales de unas jornadas a las diez de la noche a cien kilómetros de tu casa), claro que más tranquilas. A veces. Puedes llegar tarde cinco minutos a una reunión, pero si el ponente no aparece y hay trescientas personas esperando, la cosa no es tan relajada. Se pierde dinero; sobre todo si no vives en la localidad de la sede, dejas de poder cobrar como ponente.

¿Qué siente un asesor? La imagen más parecida es la un visitador médico, o una vendedora de libros, que pasea por colegios e institutos su mercancía, los nuevos planes y programas, la conveniencia de hacer formaciones en centro o grupos de trabajo. ¿Entonces por qué hacerse asesor? Puedes escapar de tu centro, o de un destino en la sierra (en ocho años te da tiempo de concursar a uno nuevo), hay sistemas mejores. ¿Por el tonto prestigio de sentirte seleccionado, de reunirte con inspectores y cargos? ¿Por eso quiere usted acabar con ellos, señora, para que no se reúnan? Como trampolín hacia la política no funciona; muy pocos, y sólo de la capital, dan el salto, preferible ser concejal, o hacer méritos en el partido. ¿De verdad hay que justificar por qué alguien quiere ser asesor? ¿desde qué montaña de pureza se pueden tirar piedras? ¿la pregunta correcta no es si hacen bien su trabajo?  ¿son los asesores buenos profesionales? Cuando no hay datos, me inclino a pensar que la realidad se divierte siguiendo a Pareto y su ley del 80/20/1 (otro tonto de los números redondos). Pongamos que el 80%  de los asesores hacen su trabajo seriamente, que el 20% no hace daño y que del restante 1% mejor no hablar. Habréis percibido con qué habilidad pasamos de largo de la pregunta verdaderamente pertinente: bien, admitamos que hacen su trabajo, pero... ¿es un trabajo necesario, y útil? Es que esta es la parte tonta de la serie.

Tiene el asesor una pequeña dosis de poder, la de elegir ponentes, pero más que un privilegio es una carga: ¿y cómo encuentro yo de la noche a la mañana a alguien que sepa del último plan de la Consejería, que quiera venir y que sea ameno? Se acaba tirando de los mismos ponentes estrella para todos los CEPs, se termina por etiquetar a la gente: ¿moodle? Fulanito, ¿plurilingüismo? Menganita. Nos quedan en este juego triste dos razones honorables para dejar temporalmente la tiza (bueno, el rotulador de pizarra y la pdi, que estamos en la escuela tic 2.0 y ya no hay tizas); una, las ganas de aprender, otra las de aportar en educación, las de creer que desde el CEP se influye más, se llega a más gente, se pueden cambiar más cosas. Ser asesor te permite visitar muchos centros, conocer a mucha gente, comer con ponentes, estar en los fregados, reflexionar. Y te permite dedicar parte de tu tiempo a un tema que te interesa, sea la red de bibliotecas escolares, las tic en la educación o la creación de redes del profesorado. Evidentemente yo entré para aprender :-) y me fui porque la segunda razón es falsa, se influye más en la escuela, de tu trabajo allí nace tu autoridad. Por último, cuando un asesor vuelve al aula, se produce un fenómeno similar al de sumergir un hierro al rojo en un cubo de agua. Tarda un tiempo en volver a hablar normal y en comprender que su función tiene que ser la de la gota de agua en los ritmos geológicos de la escuela. No se preocupe, señora: volverán a la tiza y podrán aprovechar el caudal de conocimiento pedagógico acumulado, no tenga usted prisa.

El carné de progresista. De lo que puede esperarse y de lo que debe esperarse

Se lamenta a menudo la falta de un pacto educativo por encima de las idas y venidas del bipartidismo de nuestro régimen. Se olvida que la decisión de cómo sea la escuela es signo y molde de la sociedad en que existe, la define y prepara o dificulta su reproducción. La escuela pública, como el hospital público, son terrenos de juego donde aflora la lucha de clases. Promover las enseñanzas privada y concertada es lucha de clases, no actuar prioritariamente para que el porcentaje de fracaso de los más desfavorecidos disminuya es una decisión política. Los pactos políticos son tablas después de una batalla de ajedrez, reconocimientos de que no se puede empujar más; si la escuela francesa es laica no es por un regalo tolerante de la iglesia francesa  de comienzos del siglo XX. La escuela no es ni puede ser políticamente imparcial, lo que tiene que ser es tolerante, plural, crítica y libre. Y en la lucha política en que está inmersa debe encontrarse un punto de equilibrio, un acuerdo de mínimos. Lo que se ha logrado en otros países y falta aquí son treguas estables.

Fenómeno distinto es el de la partidización de toda la vida social. Todo error, todo éxito, tienen una utilización partidista inmediata y desinhibida. ¿Que se reparten bien los ultraportátiles de la escuela 2.0? No es un éxito burocrático y organizativo, es un mérito político; si no se acorta la distancia con Finlandia en los PISA, culpa política. Y es verdad y mentira: unas veces decididas las políticas, las posibles en el equilibrio político del momento, y decididos los responsables de llevarlas a cabo, es necesario saber la verdad de lo que ocurre, pero el temor a su utilización partidista conduce al falseamiento interesado. Esto lo calificaría de tonto y haría chistes si no fuera tan triste. La pregunta del adoctrinamiento sólo tiene sentido si la traducimos a la siguiente: ¿está contaminado de partidismo el trabajo de los CEPs? La misma pregunta ya nace del ambiente asfixiante que denuncio, de la lógica de la sospecha. ¿Por qué se puede pensar que haga falta el carné para trabajar en la formación el profesorado? ¿Porque es un privilegio -ya lo hemos visto, si es un privilegio es un privilegio para tontos- o porque se piensa que se actúa en beneficio de un partido? 

Los CEPs nacieron en 1984 (1986 en Andalucía) como una reivindicación del profesorado más activo, el que estaba integrado en los Movimientos de Renovación Pedagógica y Escuelas de Verano, buscando una formación entre iguales. No lo olvidemos: la formación del profesorado entre iguales es una conquista del profesorado. Antes de los CEPs la formación la organizaba la universidad, mediante los ICEs. La institucionalización impone las reglas de la institución, y es lógico que los centros actúen como delegaciones de los servicios centrales, ¿en una empresa nos sorprendería? De hecho, la regla histórica es la inversa; para comprenderlo hay que conocer la realidad andaluza. Andalucía son ocho o diez reinos de taifas, las grandes ciudades, Sevilla no vertebra. De hecho el gobierno regional es un difícil equilibrio entre territorios, la Consejería de Educación es propiedad granadina, hace años que es así.

Tras la reducción de Pezzi -1997- los 32 CEPs han funcionado como reinos de taifas, se han descubierto las cosas 32 veces, que las tic no son un fin en sí mismo, por ejemplo. Ha costado mucho esfuerzo coordinar el trabajo de los centros del profesorado; por ejemplo fue una gran novedad y un gran éxito que las líneas directivas de la formación para la escuela 2.0 se coordinaran desde el Servicio de Formación, escuchados los CEPs, aunque luego la aplicación real la han hecho asesores y ponentes a su manera. Esta autonomía de facto tiene como contrapartida una subordinación formal. La tarea principal de los CEPs es responder a las necesidades de formación que generen aplicar los planes y programas de la Consejería. Como representante de la Administración educativa en su comarca, es obligación del director que los centros queden satisfechos, a veces contra la lógica; como en todo servicio, por otro lado, de cara al público: los centros educativos y los docentes son los usuarios del servicio, siempre se hacen encuestas de satisfacción. Algún favor se paga, pero no por el carné, por jerarquía; y hacen mal en aceptarlo, parte de nuestros problemas actuales nacen de esta disciplina mal entendida. ¿Pero en qué empresa no pasaría? Nunca he visto que pidan el carné, y hubiera sido interesante hacer un sondeo secreto de inclinaciones políticas, pero en el sistema de formación de la escuela pública no tiene sentido nadie que no crea en la escuela pública, o en los valores de equidad, igualdad de género, multiculturalidad... ¿Eso es lo que denuncia usted, señora? ¿Qué prefiere, gestores de la desigualdad?

Ya veis, esta estrellita jubilada y prescindible lleva escritas dos mil palabras, y todavía no ha entrado en materia. Es que la asesoría imprime carácter, nunca se deja del todo. A veces parece como si la tragedia fuera que los asesores vuelven a las aulas; el drama es la pérdida de calidad de la formación, o no hay drama. ¿Cuáles han sido los problemas reales del sistema de formación? ¿cómo puede hacer su servicio, contribuir a mejorar la calidad de la educación andaluza? Para enfrentarnos a estas preguntas debemos cambiar el tono; eso haremos en la segunda parte.  Pero antes de despedirnos, ríamonos de esos listos que leen un informe y creen poder arreglarlo todo de un plumazo.