Podría haber escrito esto en Navidad, época en que el tema es recurrente.
Algún contertulio de Calleja de las Flores, foro de mi tierra en el que participo desde hace poco, se lamentaba recientemente de que allí no nos interesaba hablar de la muerte. Posiblemente tengan razón. Aunque tengo que confesar que, en mi caso, ese no hablar de la muerte viene motivado por el pavor y la impotencia en que siempre me ha sumido. Lo que sigue a continuación son las atolondradas palabras que salen de mi cabeza después de tres días sintiendo la tragedia:
Suscribo totalmente lo que encuentro escrito por Martín Prieto en el último número de la revista LA CLAVE, que lamentablemente deja de editarse: