¿Qué clase de herramienta?
(Voy a hacer otro experimento. Voy a dejar ver las versiones sucesivas de la redacción de esta entrada, en vez de esperar a que esté medio terminada —nunca están—. Si alguien tiene algún comentario puede ayudarme a precisar lo que quiero decir).
Decir que los ordenadores o las TIC son una herramienta (o sólo una herramienta, o una herramienta más) es lo más parecido a no decir nada. Que lo diga un compañero que empieza ahora a plantearse para qué le sirven los ordenadores es comprensible, porque está poniendo la frase en su dimensión justa: es una pregunta, no una conclusión. Que lo digan los que cobran por reflexionar sobre el uso educativo de las TIC me exaspera. Al próximo que descubra que los ordenadores son (sólo) una herramienta le tiro el ratón a la cabeza virtual. ¿Qué clase de herramienta? ¿del mismo nivel que el borrador o que las persianas? Supongo que no se quiere decir eso; entonces hay que aclarar qué clase de herramientas son los ordenadores, y si su presencia en las aulas puede significar algo para lo que debe hacerse allí: aprender.
Lo que sigue ni es la primera vez que intento contarlo ni es original. Y sin embargo no creo haberlo contado bien nunca, ni que se conozca suficientemente la obra de los inspiradores, Papert, Kay.
Empecemos quitando la peor maleza. Lo que no es de ninguna manera un ordenador es un electrodoméstico. Un lavadora debe ser simple, hacer tres cosas bien. De hecho una lavadora es una clase de ordenador con tres, o cinco o siete, programas. Un ordenador de verdad se caracteriza por su flexibilidad (versatilidad dice el artículo de la Wikipedia, pero sólo se comprende cuando se lee sobre la historia de la arquitectura de Von Neumann). Puede ejecutar cualquier programa (esto es verdad por su genial simplicidad a otro nivel: sabemos que los ordenadores lo único que hacen es poner bolitas en cajas). Puede reproducir un video con la boda de tu hija, puede permitirme anotar estas reflexiones, pude calcular la trayectoria de un misil. ¡Pero dejaros de la chorrada de la facilidad! Mirad a un niño que gatea: hará todos los esfuerzos necesarios, hasta los golpes y el dolor, por levantarse, echar a andar y alcanzar lo interesante. Nuestro peor estudiante dominará técnicas complejas para piratear juegos o móviles. El ser humano persigue lo interesante, no lo fácil. Una lavadora no es interesante. Determinadas actividades escolares son tan amenas como programas para lavadoras.
¿Qué es una escuela? El lugar privilegiado para las ocasiones de aprendizaje, donde los medios, la estructura, los recursos, favorecen el aprendizaje y donde los aprendices tienen a su disposición la ayuda de unos expertos en facilitar el proceso de aprendizaje y en sus contenidos y estrategias.
Llegan herramientas de muchos tipos al aula. Unas son de uso marginal (como alumno y como profesor mi experiencia con el uso del retroproyector ha sido anecdótica) o indiferente, otras puede que se hagan imprescindibles por su uso diario (pienso en la pizarra borrable o la fotocopiadora), queda por ver si alguna es de por sí revolucionaria. Yo he vivido una escuela como la de la imagen de la segunda mitad del siglo XIV. Lo reconozco todo: el profesor autoridad, que como diría Artigal mira desde la izquierda en su tarima; enfrente los alumnos (¡una clase mixta!), algunos distraídos o dormidos. Los bancos, los libros. Al fondo las paredes. ¡Sólo falta la pizarra y podría haber dado clase cómodamente en esa habitación! ¡Es más, me dáis un portátil y un cañón y es lo más parecido que he visto a una presentación con pauerpoin!
Poco sé de la historia de la tecnología utilizada en la educación (por fortuna reviso las entradas: resulta que tecnología educativa es una expresión ocupada); conozco lo que he vivido (tengo 46 años, viví los años sesenta en España, un mundo cada vez más lejano). Empezaré revelando que el repetido chiste del maestro del pasado que llega a un aula de nuestros días y da su lección sin un solo problema tampoco es mío (se lo he oído a varios políticos como si se les estuviera ocurriendo en el momento; pertenece al comienzo del capítulo 1, «Anhelantes e instructores», de La máquina de los niños).
- Bitácora de jrfernandez
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