Cuatro niveles por los que puede transitar la labor docente

Todos nos sentimos con el derecho y la propiedad para hablar de educación, particularmente si se trata de la educación básica y media (denominación en Colombia), al fin y al cabo todos (o por lo menos la mayoría) ha cursado este nivel de educación y todos tenemos nuestras expectativas sobre el propósito social y personal que debería tener este espacio de formación.
En mi experiencia como docente (en programas de licenciaturas, pero también en procesos de cualificación de docentes en ejercicio), reconozco que la forma más fácil de iniciar esta labor es centrándose en los contenidos que se deben dictar pese a las distintas criticas que hay sobre esta forma de abordar la enseñanza (Nivel 1). Son tantas las variables que entran en juego en el ejercicio de la docencia formal, que el hecho de configurar y consolidar un discurso para la enseñanza de unos temas, que es lo que todos esperan (directivos, colegas, estudiantes, etc.), se facilita si previamente alguien nos da un programa, unos contenidos y unos recursos didácticos previamente seleccionados para no arrancar de cero.
Pero una vez iniciada esta labor, nos damos cuenta que junto con los contenidos es necesario aprender a utilizar estrategias para trabajar con los estudiantes (Nivel 2). No es lo mismo estar en un aula con niños de la básica primaria, que con adolescente en la básica secundaria, con jóvenes en la universidad o con adultos en procesos de educación continua.
Si bien existe literatura que puede sugerir como aprender a trabajar con estos grupos de estudiantes, lo más efectivo es intercambiar experiencias con otros colegas en grupos, redes o seminarios, y ensayando y sistematizando nuestras propias experiencias. Es en este momento en donde se puede llegar a tener la confianza suficiente para cambiar el centro de nuestra enseñanza, de temas a resolución de problemas por ejemplo, e intentar satisfacer al mismo tiempo las exigencias curriculares de la institución y las expectativas de los estudiantes.
Una vez un colega me dijo (ES) que cuando dejamos de preocuparse por dictar contenidos (de tanto que los ha preparado) y nos centramos en cómo usarlos para mostrarle a los estudiantes ideas, perspectivas y formas de pensar diferentes a las que tienen, es cuando se empieza a sentir satisfacción en esta labor, porque se esta pasando de dictar clases a formar personas, claro esta, con las dificultades propias y particulares que trae cada grupo de estudiantes (Nivel 3). Este componente emocional de la docencia, que algunos relacionan con la formación en valores, o educación integral u holística, y que trasciende el manejo racional de la clase, es lo que le da sentido a nuestra labor.
En algunos casos e instituciones, las dinámicas puede llevar a que los buenos resultados académicos traigan satisfacción y sentido tanto a estudiantes, docentes, directivos y padres de familia, pero dado que esta no es la generalidad (hay que mirar los resultados en las pruebas de estado, en las evaluaciones internacionales y los estudios de satisfacción de estudiantes y padres de familia sobre la escuela), el lograr que los estudiantes ganen autoestima, mejoren los niveles de respeto entre ellos, se fortalezca una identidad en sintonía con las demandas sociales (y no sólo las demandas del mercado), gracias al trabajo que uno hace, se convierten en logros significativos.
En este punto, cuando uno como docente maneja los temas (y por lo menos eso cree) y se cuenta con una seria de estrategias para enseñarlos a los estudiantes, pero en donde más allá de esto se siente la satisfacción de estar contribuyendo (de alguna manera) con la formación integral se esos estudiantes que pasan por nuestra aula (este proceso puede tomar unos cuantos años), se tiene un poco de tranquilidad mental y emocional para pasar a un siguiente nivel de la labor docente, donde nos preguntamos por el propósito de nuestra labor y de la educación en los espacios y niveles en los que trabajamos (Nivel 4).
Llegar a este nivel, es reconocer que los temas en si mismos no son el fin de la educación, lo cual no significa que no sean importantes, pero su valor solo tienen sentido si logran el desarrollo en los estudiantes de unas herramientas intelectuales (desarrollo de procesos de pensamiento) y de la apropiación de unas herramientas conceptuales (teorías) para afrontar las situaciones de su vida, y para abrir posibilidades.