Abordar un libro

Daniel Kirchman me hizo una pregunta: ¿Cómo abordás la lectura de un libro?, y esta fue mi respuesta:

Una vez leí un consejo de J. L. Borges que decía que si un libro no da placer hay que abandonarlo. Esa frase fue muy importante para mí, hasta ese momento lectora culposa de infinitas palabras que no me atraían.

A partir de entonces, cada vez que busco un libro, busco un romance. Lo miro, me mira.

Puedo encontrarlo en mi biblioteca, en una librería, o recibirlo como regalo. Pero siempre empiezo con el tacto y el olfato; leyendo la contratapa, después el prólogo y la introducción. Muchas veces allí comienza la pasión y es momento de preparar el mate o café mientras sigo leyendo, ocasionando accidentes domésticos varios. Pero generalmente la introducción es sólo la postergación de la cita, el tiempo de espera, el intento de poner en contexto eso que quiero empezar a conocer ahora mismo. Puede que me mantenga de pie al lado de la estantería mientras intento descifrar algunas pistas sobre el libro antes de decidir si acepto o no su propuesta de relacionarse conmigo.

En muchos casos concluyo que esa introducción no me interesa, que la vida es demasiado corta para estar leyendo algo que no me alimenta el alma, y paso directamente al contenido del libro.

Entonces tiene que ocurrir algo. Un tímido romance, un amor de verano, una pasión de toda la vida… cada libro ocupa un lugar especial en mi vida. Y si no logra ganarse ese lugar, pronto será desplazado por otro que habré empezado a leer furtivamente mientras creía que estaba en un compromiso oficial con el primero… y terminará ocupando su espacio en mi mesa de luz.

No sos vos, soy yo, le diré a ese libro mientras lo devuelvo a su estante pensando en que tal vez la vida alguna vez nos vuelva a unir. Nunca se sabe qué depara el destino.

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