Pedro Cavadas, Cirujano

Este domingo sale una entrevista en el XL Semanal, que viene expresando la polémica -si la hubiere- de los transplantes de cara, en principio no ofrecí mucha atención por el contenido que para mí no cabe lugar a duda sobre la necesidad del bienestar y la felicidad y su búsqueda.

Lo que más me interesó de el artículo de Pedro fue en primer lugar el cambio radical de su vida, de cirujano con porches cada dos años a pasar a la atención de los más necesitados y en la búsqueda de una salud global con independencia al status económico de cada uno. Permitidme que os pegue parte del fragmento de esta entrevista por la que de no haberla observado una segunda vez hubiera perdido una gran lección, justo la que estaba al final.

"XL. Y en unos días se marcha otra vez a África a operar gratis.
P.C.
Sí, a Kenia.

XL. ¿Y se sigue trayendo a los pacientes que no puede operar allí?
P.C.
Sí, pero estamos esperando que les hagan los papeles. Es complicado hacerles el pasaporte a chavales que no tienen documentos de identidad.

XL. ¿Qué operaciones tiene que traerse a Valencia?
P.C.
Sobre todo reconstrucciones genitales. El norte de Kenia es una zona muy violenta y las tribus se pelean por el agua, por el ganado… Cada dos por tres hay revueltas y, además de matar a unos cuantos, mutilan a algunos niños para generar terror. Los que sobreviven son los que nos traemos. Es una cirugía compleja y con un posoperatorio largo. Debes tener vigilado al paciente tres meses.

XL. ¿Quién paga eso?
P.C.
Nosotros, como todo lo de la fundación.

XL. O sea, no sólo opera en África gratis, sino que además pone usted el dinero.
P.C.
Sí, pero toda la gente se gasta el dinero en lo que más le gusta, en lo que le hace ilusión. Y a mí este proyecto me hace mucha ilusión. Y lo mantengo en un tamaño pequeñito que puedo costear. Es maravilloso tener subvenciones, pero esas fuentes de ingresos un año las tienes y otro año, no. Y qué haces con esa gente si te quedas sin esa subvención. ¿Qué les dices? ¿Que se acabó?

XL. Dicen que la muerte de su hermano Jaime en un accidente de tráfico y un viaje iniciático a África le hicieron replantearse su vida.
P.C.
Lo de la muerte de mi hermano no tiene nada que ver. Yo lo quería mucho, pero no fue por eso. Fue empezar a viajar a la parte real de África, no la de los parques naturales y el vehículo con aire acondicionado donde te sirven cócteles y ves cuatro elefantes. Fue ver la humanidad real, la gente que tiene vidas duras y encima está contenta. En las zonas duras del planeta, la gente no está de mala hostia todo el día. Al revés, lo pasan mal, pero los ratitos en que no lo pasan mal están alegres. Bailan, cantan. ¿Cómo es esto posible? En Occidente lo tenemos casi todo, o eso nos hacen creer, y estamos de mala leche todo el tiempo. Estamos deseando siempre otra cosa. Allí no tienen nada, no desean nada y están más contentos que Dios. Y piensas: «A lo mejor habría que aprender un poco más de esta gente». Yo me había metido en una ratonera absurda de comprarme un coche cada vez más grande.

XL. Y vendió el Porsche.
P.C.
No, lo regalé. Es que era absurdo. Era ya el tercero que tenía. Si trabajas, ganas pasta; y si ganas pasta, te compras un gran carro. Y al día siguiente ya estás mirando si hay uno mejor. Y acabas cambiando de carro cada dos años, total, ¿para qué? Te gastas una cantidad de dinero insensata en joder a los demás. Porque te lo compras para ver si con un poco de suerte ves a un tío que te cae mal y le das envidia. Es una rueda absurda de la que me salí.

XL. ¿La gente va a su clínica como el que va a Lourdes?
P.C.
Sí. Vienen aquí como el que dice: «No pierdo nada; me han dicho que no en todos los sitios, a ver si aquí me dicen que sí». Hay un porcentaje al que le puedes decir que sí, pero hay otros a los que no."