Confesiones I

Escribo esto mientras escucho un vinilo en directo de Danza Invisible; un disco de letras y ritmos juveniles que me sigue gustando a pesar de la edad; posiblemente porque me transporta a aquellos años en que tanto disfrutaba de mi juventud. Llevo todo el invierno, y antes el otoño, escuchando a Amy Winehouse, que me gusta mucho a pesar de las discusiones al respecto con mi hija. Me fascina la voz de Amy y el alma que le pone, alma que al parecer también derrama en su agitada vida personal. Me gustan las personas auténticas…y los músicos que se dejan el pellejo y el sentimiento en sus canciones. He de reconocer que puede que sea un poco obsesivo con la música, pues cuando algo me gusta lo escucho a diario. Como un mantra. Como un lugar de encuentro conmigo mismo o con los costales del Universo que en ese momento están en la onda que me requiere.

Tengo pendiente ir al oculista por prescripción (hace ya tres años que no voy a la supuesta revisión anual) y también porque las gafas empiezan a no estar en consonancia con mis necesidades visuales. También tengo pendiente ir al dermatólogo; y no solo por la, por supuesto, igualmente necesaria revisión anual, sino porque el eccema que me ataca el cuero cabelludo desde que tomé el fármaco para dejar de fumar ha vuelto por sus fueros. Imagino que alentado por este crudo, largo y triste invierno climatológico (y personal). Igualmente debería ir al médico de familia para el preceptivo control de la presión sanguínea, pues soy propenso a la hipertensión, y últimamente me noto que debe de andar por la estratosfera. Además falté a un reconocimiento médico de la empresa pues no tenía ganas de que me sacaran sangre (lo siento, no lo puedo soportar, es superior a mis fuerzas físicas y psíquicas: tal vez una vacuna mental contra tanto vampiro que anda suelto!!!); ni de que me recordaran la necesidad de practicar otras obligaciones para las cuales, o no dispongo de tiempo (por ejemplo, ir a un gimnasio), o pueden convertir la vida en una abominable prisión (no comer esto o aquello). Y conste que sigo una alimentación bastante sana desde hace mucho tiempo….mucho antes de que se multiplicaran todos esos sacristanes fundamentalistas de la vida sana, triste…y productiva. Porque en el fondo El Sistema se preocupa de eso: de tener productores sanos que lo engorden a tiempo, y que estén tan tristes (y satisfechos con cumplir los preceptos de la nueva religión “sanista”) que se mueran a tiempo para no cobrar la pensión de jubilación y así aliviar las arcas del Estado, ese monstruo frío.

También tendría que ir más a menudo a la reunión de padres del colegio de mi descendencia, y a la de la comunidad de propietarios, y a la asociación de vecinos del barrio, y al consejo escolar, y a las asambleas de mi sindicato, y la reunión del Consejo de Distrito…pero el aire de la calle es tan tibio, los buenos amigos tantos y la vida tan corta…