La inteligencia del ratón
Reproduzco aquí la nota publicada hoy en la columna Navegaciones, de Pedro Miguel, en el periódico mexicano La Jornada. Puntos extra por citar a un cuate, el hacker admirado por todos nosotros, al extraordinariamente mítico Mancha.
Sostiene (o sostenía) Fernando Magariños, La Mancha, que el individuo que inventó el mouse no tenía en la mente a la especie humana, sino a otra distinta, dotada de tres extremidades superiores. Su aserto –que puede extenderse a la combinación de mouse e interfase gráfica que se quiera, sea Windows, sea Macintosh, sea Ubuntu– es fácilmente comprobable por cualquier persona que en su trabajo ante la computadora deba combinar un aporreo intenso del teclado con operaciones y comandos que sólo pueden realizarse mediante el uso del puntero: es una lata tener que estar levantando una de las extremidades, la más hábil, para colmo, a fin de ir a buscar al roedor y sobornarlo, con un gesto manual que pareciera protegerlo del mundo, para que se digne mover por la pantalla una flechita que nunca se encuentra en el sitio en el que debería. Ted Selker supo que se requerían tres cuartos de segundo para mover la mano del teclado al mouse y otro tanto para regresarla a su posición, y en 1984 inventó, para remplazarlo, el trackpoint (se le conoció también como pointstick y trackstick) , que era una especie de clítoris incrustado en medio del teclado de las viejas portátiles IBM, entre la G, la H y la B, y que luego adoptaron otras marcas.
Algo se ganó también con los trackballs que aparecieron brevemente (la bolita que se movía con el dedo índice) en la parte inferior del teclado de las computadoras portátiles y, posteriormente, con los touchpads, introducidos en 1994, porque quedan más cerquita de las teclas y el desplazamiento de la mano se acorta de manera notable. Está la tableta gráfica, o graphic pad, que permite, en teoría, capturar a modo texto la escritura manuscrita del usuario y hace posible emplear la pluma electrónica anexa para realizar las acciones que normalmente se hacen con el clic del mouse. Existen las pantallas táctiles, desarrolladas desde los años sesenta del siglo pasado por integradores de sistemas; en 1983 apareció la HP 150, primera micromoputadora comercial provista con esta tecnología, que ha conocido desde hace años una masificación en quioscos, recepciones, entornos industriales y puntos de venta; sin embargo, su alto costo y su naturaleza antiergonómica imposibilitaron su adopción a gran escala en las computadoras personales. Esta tecnología, en cambio, empieza a vivir una edad de oro incrustada en los asistentes personales, las consolas de juegos y las nuevas generaciones de teléfonos celulares. Hay, además, dispositivos capaces de detectar los movimientos oculares del usuario y de convertirlos en movimientos del puntero y en clics (mediante parpadeos), pero se trata de aparatos caros que suelen emplearse en casos de discapacidad o para mediciones mercadotécnicas.
Vuelta al mouse. Tendría más sentido, decía La Mancha, un dispositivo que cumpliera esa función y que se accionara con los pies, así como los pedales de un automóvil o de un avión desempeñan tareas indispensables para la conducción y el pilotaje. Tenía razón y no: ya existen footmouses comerciales de distintas clases, pero resulta que su empleo es más difícil que el de sus parientes de escritorio porque la mayor parte de la gente tiene menos control de los movimientos precisos en los pies que en las manos.
A todo esto, se me olvidaba el motivo de esta disquisición: es que en este diciembre se cumplen 40 años de la invención del mouse, aparatejo que hoy resulta cotidiano y hasta despreciable, pero que ha implicado una profunda transformación en nuestra manera de relacionarnos con las máquinas en general. Lo inventó Douglas Engelbart, del Instituto de Investigación de Stanford (SRI, por sus siglas en inglés), en 1968, en el marco de una investigación para asistir a las personas en la toma de decisiones complejas mediante computadoras. Para entonces, Engelbart ya había redactado un reporte denominado Augmenting Human Intellect: A Conceptual Framework (“Aumentar el intelecto humano: marco conceptual”), en el que prefiguraba buena parte de las interfases gráficas de la actualidad. Desde luego, lo que había en la pantalla se parecía muy poco a lo que se ve en los monitores actuales, y en la cabeza del inventor no estaba la convivencia entre un teclado alfanúmérico convencional y el mouse: concibió, más bien, un sistema de trabajo en el que una mano estaba en contacto permanente con ese dispositivo, en tanto la otra operaba un teclado reducido de cinco botones (muy parecido al teclado telegráfico de Baudot) en el que era necesario oprimir las teclas en distintas combinaciones para generar caracteres específicos. Posteriormente se ha demostrado que, después de unas horas de entrenamiento y práctica, un capturista puede desempeñarse en forma mucho más eficiente con un teclado reducido que con un dispositivo tipo QWERTY.
El invento de Engelbart era una cajita de madera así, bien pinche, de cuya parte inferior sobresalían unas ruedas metálicas que, al desplazarse por una superficie cualquiera, se movían en un eje vertical y otro horizontal, y en la parte superior tenía un solo botón, tan rojo como el que inicia la Tercera Guerra Mundial. Fue patentado con el nombre poco atractivo “X-Y position indicator for a display system”. Lo impresionante de la ocasión no eran los dispositivos, sino las ideas: con monitores monocromáticos de tubos de rayos catódicos y con teclados electromecánicos se mostraban las posibilidades de un entorno gráfico con ventanas, de la multimedia y de las conexiones en red.
Todo lo que Engelbart recibió por su invento fue un cheque de 10 mil dólares. Años después, la patente fue registrada a nombre de la institución para la que trabajaba, y además venció antes de que el aparato se volviera de uso masivo. Xerox lo perfeccionó, agregándole la bola de rodillos ortogonales, y en 1981 lanzó al mercado una computadora equipada con ratón: la Star 8010, de la que ya nadie se acuerda. Luego vinieron la fallida Apple Lisa, la Commodore Amiga, la Atari ST y la Apple Macintosh, responsable, esta última, de la popularización definitiva de las interfases gráficas y del mouse.
De bola, infrarrojo o láser, alámbrico o inalámbrico, decorado o austero, es la parte más inmediata de los entornos computacionales que constituyen, a su vez, una parte medular de nuestra relación con el mundo: nuestra forma de estudiar, nuestras consultas y operaciones bancarias, nuestra relación con seres conocidos y desconocidos que se encuentran a tres mil kilómetros o a seis cuadras, dependen en alguna medida del invento de Engelbart y, claro, de comprender la sintaxis de una interfase gráfica y de interactuar con ella. Y no digo que esté bien ni que esté mal, sino todo lo contrario.
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Comentarios
pooka
Vie, 12/12/2008 - 14:25
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repensar la vida sin ratón
Primera sorpresa, ver que gwolf no escribe en inglés y que lo hace por medio de las bitacoras de EDUSOL y no de su sitio personal!!! Una vez superado el shock anterior y dando el voto de confianza de quien escribe es el citado sujeto comento:
Pensaría que si se cita a la mítica Mancha entonces se tiene la garantía que el argumento será extraño (que no por ello poco relevante) y pero el resultado de la argumentación de Pedro Miguel es interesante.
¿Pueden de dejar de usar el ratón y sobrevivir a la operación normal y eficiente de tu interfaz?
Va mi caso, e estado operando una linda Netbook, pero el sustituto de ratón es horrendo.
Eso me ha obligado a replantearme mi interacción con gnome, inicie con firefox usando a pantalla completa (F11) y aprendiéndome algunos eventos como cambiar de pestañas (Ctrl + Tab), cerrar la pestaña activa (Ctrl + w), Ctrl + t para abrir nueva pestaña, Ctrl + Shif + t para recuperar la última (y !tiene histórico, que maravilla!).
Saludos
gwolf
Mar, 01/13/2009 - 19:02
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Primera sorpresa, ver que
Bueno, ante Tan Selecto y Distinguido Público como el aquí leyente, vale la pena el cachito de dedicación, ¿qué no? Total, para treparlo a gwolf.org hubiera tenido que traducirlo al inglés, y perdería buena parte de la redacción de Pedro Miguel, que de suyo vale.
Verdad de verdades.
Bueno, estarás de acuerdo en que precisamente el trackpad de la Acer Aspire One da mucho qué desear. Es probablemente el punto más débil de la maquinita (que es una belleza, y yo también tengo la mía) - Aunque, claro, más que justificado viendo el tamaño de la pequeña.
Sin embargo, yo he pasado largos periodos usando una laptop como mi máquina principal - Con un pad un poquito más grande, y con los botones más responsivos y mejor colocados, es realmente superior al mouse. Si vendieran teclados para computadora de escritorio con trackpad, de volada me compraba uno.
Eso sí... Nunca me supe acostumbrar al famoso "mouse de clítoris".