El cine, el medio expresivo total: Aute
A unos días de que inicie la edición 36 del Festival Cervantino, el multifacético artista español conversa con MILENIO sobre su largometraje animado Un perro llamado Dolor.
Con las herramientas más sencillas para hacer una película animada, el compositor Luis Eduardo Aute se aventuró en este género cinematográfico con el largometraje Un perro llamado Dolor (2001) en el que hace gala de sus dotes en el campo de las artes plásticas y la música. Con una dosis de humor, violencia, sexo y música, esta pieza visual llega al Festival Internacional Cervantino, donde se exhibirá a partir del 8 de octubre.
Feliz de que se presente este nuevo trabajo en Guanajuato, Aute repasa la experiencia que le significó la realización de esta cinta y abunda sobre su gusto por el cine y los perros.
¿Cómo surgió la idea de incursionar en este género?
Fue fruto del azar. Una serie de casualidades me llevaron a realizar dibujos con Goya como referente. Tenía mi cámara Handycam de video Súper 8 y empecé a grabar, por curiosidad, todos los dibujos. Llegó un momento en que, aplicando la técnica de la animación en mi concepto más primitivo, aquellos dibujos cobraban movimiento. La fascinación que me produjo esa espontaneidad de por qué Goya parpadeaba, sonreía, se movía, me empujó a desarrollar algo así como un hito argumental donde mezclaba personajes de sus pinturas con personajes reales de su época. Esa fabulación con Goya y su modelo, La Maja (desnuda en este caso), me llevó a desarrollar más ficciones con otros pintores (siempre relacionados con sus modelos). Así estuve trabajando, sin otro objetivo que disfrutar del placer de estar en contacto, todos los días, con Goya, Velázquez, Picasso, Frida, Diego Rivera, Duchamp, Romero de Torres, Sorolla, Dalí, Buñuel, Lorca, Gala, y convivir con ellos. Así pasaron cuatro años, hasta que Jorge Martínez Reverte, escritor, amigo y productor de documentales, me propuso, tras ver mi “locura” en Súper 8, rehacer toda la película para que se proyectara en las salas de cine. Acepté el reto y volví a grabar todos los dibujos, en una instalación con truca y cámara fotográfica digital que me montó en el sótano de mi casa. Así se rehizo toda la película que fue requerida, todavía inacabada, para el Festival de Cine de San Sebastián en 2001. Luego empezó su carrera por un montón de festivales internacionales. Llegó a ser candidata de los premios Goya en el mismo año. ¿Cuál fue el mayor reto que trajo consigo la realización de Un perro llamado Dolor? El mayor reto fue dibujar solo toda la película. Son cerca de 4 mil dibujos. Felizmente tuve dos ayudantes que me asistieron en el “rodaje” ocupándose de fotografiar cada dibujo, cada movimiento y editar con los programas de ordenador adecuados. ¿Te gustaría seguir trabajando en proyectos de este tipo? Esta “locura” no pienso repetirla en mi vida. Fueron cinco años apasionantes pero terribles por obsesivos. Perdí algunas cuantas dioptrías en el proceso y, como decimos por aquí: “una y no más, Santo Tomás”. ¿Cuáles son tus películas animadas preferidas? No soy un apasionado del cine de animación, la verdad. En mi película he recurrido a una semi-animación por necesidad narrativa, no porque me guste el género. Me apasiona, eso sí, el cine mudo. ¿Por qué un perro cómo hilo conductor en esta cinta? Fue pura casualidad. Empecé con Goya y para mí, su pintura más inquietante y mágica es El perro semihundido de modo que era inevitable la presencia del perro en su episodio. Luego vinieron Dalí, Buñuel, Lorca, Gala… Inevitable también la referencia al “perro andaluz”. En la película de Buñuel y Dalí no hay perro alguno, pero en la mía me atreví a darle imagen. A Frida Kahlo le encantaban los perros. Leí en alguna biografía suya que a uno de sus perros lo llamó “Dolor” porque cuando padecía alguna crisis de dolor, por sus diversas operaciones, llamaba a “Dolor”, lo acariciaba y, al tiempo que su perro se dormía en su regazo, ella también sentía que sus propios dolores se dormían. Me pareció una anécdota preciosa, tanto que de ahí salió el título de la película. El perro es, también, el testigo de todas las situaciones creadas por los personajes. Hay también un homenaje al título de esa joya del cine que es Un perro andaluz y, de paso, un homenaje a la estética del cine mudo, que es el que más me gusta e interesa. ¿Cuál ha sido tú relación con estos animales? Adoro a los perros. Siempre he vivido con alguno. Suelo decir que en la próxima vida quisiera ser perro, pero con un amo como yo o que el perro fuera mi amo. Arturo Pérez-Reverte escribió en una columna que “ningún ser humano vale lo que valen los sentimientos de un buen perro”, ¿qué opinión te merece este comentario? Estoy totalmente de acuerdo con Pérez Reverte. ¿Qué satisfacciones deja un proyecto como éste, donde armonizan pintura, música y cine? Las máximas satisfacciones. Para mí es un sueño realizado (aunque a la película le hubiera venido bien más tiempo de elaboración. Las prisas porque la película llegara a San Sebastián me impidieron terminarla). En la parte musical de esta cinta ¿cómo es que se fue dando la participación de Moraíto, Suso Sáiz y Silvio Rodríguez? Les propuse el proyecto, les gustó y todo fueron facilidades y “buen rollo” (como decimos por aquí), por su parte. ¿Cuáles son los cineastas a los que recurres de manera especial? Buñuel, Buñuel y… Buñuel. Y, como ya he dicho antes, el cine mudo: Murnau, Lang, Eisenstein, Griffith, Dreyert, etc… ¿Qué es lo que más disfrutas de hacer cine? Todo. Porque el cine es el medio expresivo total. El cine se alimenta de la pintura, la música, la narración, el teatro, la poesía, la fotografía, la arquitectura. Se nutre de los lenguajes de todas las artes y crea, en sí, su propio lenguaje. México / Érika Núñez |
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