Manantiales (Élisée Reclus)
Casualmente encontré el otro día un cuento del geógrafo y anarquista Élisée Reclus titulado El arroyo. Un cuento que forma parte de la obra de este geógrafo del siglo XIX enfocada a enseñar (en este caso la geografía) "de otra manera". Una nueva pedagogía que llevaron a la práctica pedagogos como Ferrer y Guardia y su Escuela Moderna.
Traigo aquí un párrafo de la obra que me llamó la atención:
“Hasta entre nosotros, últimos descendientes de los arios, subsiste en algunos puntos un resto de la antigua adoración a los manantiales. Después de la huida de los antiguos dioses y de la destrucción de sus templos, los pueblos cristianos continuaron en muchos lugares venerando el nacimiento de las aguas: como en las fuentes del Cefíso en Beocia, donde se ven, una al lado de otra, las ruinas de dos ninfeos griegos con sus elegantes columnas y la pesada arquitectura de una capilla de la Edad Media. En la Europa occidental también algunas iglesias y conventos han sido construidos a orillas de las fuentes, pero en muchos otros lugares los parajes encantadores de cuyos suelos brotan alegremente las primeras aguas han sido maldecidos como lugares endemoniados. Durante los dolorosos siglos de la Edad Media el temor transformó a los hombres; les hizo ver rostros grotescos allí donde nuestros antepasados habían sorprendido la sonrisa de los dioses, y tomó en antesala del infierno la alegre tierra que para los helenos fue la base del Olimpo. Los oscuros sacerdotes, intuyendo que la libertad podría renacer del amor a la naturaleza, rindieron la tierra a los genios infernales entregando a los demonios y fantasmas los robles en los que en otro tiempo moraban las dríadas y las fuentes en las que las ninfas solían bañarse. Al lugar donde brotaban las aguas acudían los espectros de los muertos para unir sus sollozos a los quejidos lastimeros de los árboles y al murmullo sordo del agua contra las piedras. Era también allí el punto de reunión de las bestias salvajes donde por las noches el siniestro hombre-lobo se emboscaba detrás de un arbusto para lanzarse de un salto sobre los caminantes y convertirlos en cabalgadura suya. En Francia hay no pocas "fuentes del diablo" y "bocas del infierno" que los campesinos supersticiosos evitan sin que se encuentre de infernal en esas fuentes temidas otra cosa que la salvaje majestad del lugar o la turbia profundidad de sus aguas.”
La imagen corresponde al nacimiento del río Segura.
- Bitácora de rafaelji
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