Londres

Vuelvo a Londres. Corta estancia en aceptable hotel en Bloomsbury aunque solo con desayuno “continental”. Estación Victoria, Oxford Street, Trafalgar Square, Wetsminster, Coven Garden, Notting Hill


La ciudad está muy limpia y me sorprende el abundante tráfico de bicicletas. Como también me llama la atención su animación; incluso de noche cuando el ruido de la gente me hace creer entre sueños que estoy en una ciudad española.

Visitamos la National Gallery donde la sala del barroco español es una de las más concurridas. Al igual que en el British la entrada sigue siendo gratis; una forma efectiva de apoyar la cultura y evitar colas, que, sin embargo, los ingleses saben guardar con una paciencia y civismo encomiables. Descubrimos Camden Town y su mercado “gótico” y disfrutamos de una temperatura primaveral inesperadamente seca.

Entre los aspectos negativos están la comida, la lengua y el transporte. Un billete simple de metro cuesta 4 libras (1000 de las antiguas pesetas), en una ciudad cuyos habitantes no hacen ningún esfuerzo por entender a los forasteros, aunque éstos lo intenten afanosamente con el inglés aprendido en academia. Y el condumio casi lo peor: el imperio de la fast food; quizás muy funcional para quienes tienen que “producir más” en largas jornadas continuas permitidas por el clima, pero nada sanas ni apetecibles para quienes disfrutamos con el yantar “mediterráneo” y su ritual. Y es que eso de estar todo el día pizcando (sándwiches, refrescos, snacks, pastelitos…) a solas, de pie, o sentados en el césped, no puede ser cosa saludable.

Pero un grato viaje.